martes, 19 de mayo de 2009

Hablando de tiempos

No es necesario hablar de tiempos… Si leer Bonsái de Alejandro Zambra demora desde la Escuela Militar hasta el baño de mi casa en la C-14, bajando de la micro en la calle El Tranque. Y del baño de mi casa hasta la Shell es un cigarro y medio. Y de la Shell a la Esso, (¡Que cantidad de bombas de bencina hay en mi barrio!) son alrededor de cincuenta y ocho cuadrados de cemento saltando las líneas de la vereda con pasos un poco forzados… o tres cuadras, como diría el más urbanista.
Ahora falta una traducción del capítulo ocho del Lengua Latina I y un vaso de agua para que sean las nueve… pero quién lleva la hora.

No me funcionó estudiar en la tarde

Porque me quedé con unos amigos en el patio de la facultad. Corrieron dos vueltas, varios cigarros –a pesar de la tos, casi gripe porcina que me afectaba- papas fritas, unos cuantos queques y un almuerzo de tupperware, el clásico envase plástico universitario. Hablamos de todo y de nada, un poco más de todo. No faltó el colado de siempre, los saludos innecesarios (más de alguno acompañado de momentos incómodos) y risas varias. Una linda tarde… hasta que salí del baño del patio de Educación, o mejor dicho hasta que entré en la estación Baquedano del metro, donde me quedé sólo…
Andar sólo en el metro, apretado (o hacinado), sin algo que leer ni música que escuchar, agarrado del fierro, mirando a los ojos a la gente que va detrás de uno por el reflejo del vidrio de la puerta, no es nada grato. Además que no siempre gano la batalla de miradas, reconozco que por lo menos en una de cinco debo bajar la cabeza derrotado, humillado y bastante nervioso. Esta tarde perdí cuatro de cinco…
Después de esa subterránea tortura vino la eterna C-14, que a pesar de que me dio la posibilidad de leer no la aproveché. Preferí hablar con la voz interior que nace en algunas tardes (no todas lo juro) en el patio de la facultad. Esta vez no fue tan agradable como siempre, ya que entre el trauma y la paranoia no pude mover la boca como me gusta cuando me conversa la voz interior. “¿Qué pensaran? ¿Qué estoy hablando sólo? ¡No! ¡Ni cagando! Bueno sí… ¡Y que! Debería estar prohibido mirar a la gente que habla sola, pero eso es otro tema en el que ahondaremos luego…” “¿Ahondaremos? Y ahora con quién hablai”, me dice la voz interior.

En fin, no pude estudiar latín en la tarde, la voz interior y cierto CD que llevaba tiempo sin escuchar me llamaron más la atención… y terminado eso, me dediqué a escribir algo sin sentido.