domingo, 30 de noviembre de 2008

Se para el fútbol...


Por falta de ideas, inspiración de las Musas, poca creatividad, poco fútbol, entre muchos otros sucesos... se para, indefinidamente, el compilado de homenaje al "deporte rey", mejor conocido como Del fútbol...

martes, 18 de noviembre de 2008

Los Guerreros

Continuando con este homenaje al fútbol, presento un gran reportaje que se le hace a la barra brava de Los Canallas... del C.A. Rosario Central, "Los Guerreros". Es un gran programa dividido en cuatro partes...a disfrutar:

Parte Uno:



Parte Dos:



Parte Tres:



Parte Cuatro:

lunes, 17 de noviembre de 2008

Cuatro temitas...

Aquí van cuatro videos, de cuatro grandes canciones de barras de fútbol argentino. El primero es de la hinchada del equipo C.A All boys, "La Peste Blanca". El segundo, uno de la del equipo C.A Los Andes y por último, dos de "Los Borrachos del Tablón", la famosa hinchada de C.A River Plate.
OJO: Subir el volumen para escuchar bien...













La salida


Por: Alvaro Valenzuela


Jugamos de local. Los papeles se acumulan en el aire, las cintas vuelan lejos hacia la reja. El humo azul y blanco invade el panorama e impregna el olfato. Surgen los destellos chispeantes que enrojecen a mi gente. El griterío es inmenso, resuena en mis oídos y bailan los pies al son del carnaval. Aparecen los once, saludan, miro hacia el cielo, luego a la cancha y aplaudo; como los miles de dedos, palmas y brazos que me acompañan. Se acomodan todos en sus lugares, el arquero hace un gesto de aprobación, el borracho colgado de la reja, la bandera ondeando, al bombo le late el corazón y el platillo le acompaña por lo bajo, el de negro se alista, mira de lado a lado... me paso la lengua por mis dientes pegajosos y mis labios de madera. Escupo un merengue que termina adornando el empapelado suelo de piedra gris. Saco un cigarrito y lo enciendo…humo, argolla, humo, ¡Partió!

Del fútbol...

Para cambiar un poco los aires de este blog, se abre un compilado que llevará el nombre de Del fútbol...

Dedicado a todos los fanáticos del "deporte más hermoso del mundo".





miércoles, 5 de noviembre de 2008

Cero

Poema creado por: Tata

Déjame caminar bajo la lluvia
Sobre las cloacas que enaguan mis pies
Huyendo del día a día
Hincado, maldita rutina
Lanza mi historia a la hoguera
Borra mi foto en tu billetera
Las anécdotas que conmigo hicimos
Guarda tu parte, olvida la mía
Has tu vida pensando que mañana no estaré
Que hoy no estuve, que ayer ya fue
Cuando camines por el parque
Mira mi lugar gastado en la banca
Mi cansada silueta, éste año le sacó una cana
Suelta al viento las cenizas de mi depresión
Mira como se alejan, mira como no están
Diles a los que fueron mis amigos
Que se echen un trago para el recuerdo
Pídeles que me suelten
Pídeles por favor
Por favor
Multiplícame por cero

domingo, 26 de octubre de 2008

Personaje

Por: Álvaro Valenzuela

-¿Aló?
-¿Hablo con el señor K…?
- Con el mismo… ¿Quién es?
-Soy Eustaquio Flores de la Editorial Editoriales ¿Me recuerda?
-Claro, como me voy a olvidar… ¡Desgraciado! Ya se burló de mi trabajo y me echó a patadas de su oficina… ¡Qué mierda quiere ahora!
- Bueno, mm… lo llamo por lo siguiente, necesito su ayuda. Me quieren matar.
- ¡Y por que chucha me llama a mí! ¡Por qué no llama a los pacos!
- Es que…su personaje señor…está afuera, lo estoy viendo en este instante por la ventana de mi pieza…está armado y en estos momentos golpea la puerta de mi casa… ¿No escucha?
- ¿Me está hueviando señor Flores? ¡Quién mierda cree que soy! ¿Cree que soy tonto? ¿Eso cree? Ya caí en sus bromas una vez, no lo haré de nuevo. Usted es un conchasumadre con todas sus letras… ¡Adiós!
Sonó el teléfono y contestó enseguida malhumorado.
-¿Aló?
- Yo de nuevo…
- Me parece que no le quedó claro…
- ¡No por favor! Escúcheme…Ya entró a mi casa y está afuera de mi pieza ¡Por favor haga algo! Es el personaje de su novela, ¡HAGA ALGO!
- Por qué insiste en molestarme Flores, ¿no tuvo suficiente el otro día?... Ya le dije, ¡NO ME SIGA MOLESTANDO!
-Pero créame, por favor… ¡Es en serio! ¡Dígale algo! ¡Ya está rompiendo la puerta! ¡Va a entrar! ¡Dígale algo quiere! ¡Por favor, por favor, haga algo!
- Es un sinvergüenza Flores… voy a demandarlo si me sigue llamando… ¡Adiós!
Nuevamente sonó el teléfono y esta vez demoró en contestar.
- ¡Por favor señor Flores! ¡Hasta cuando me va a molestar!
- ¿Aló?, si… eh no…el señor Flores ya no está, ya hice lo que me mandó.
- ¿Quién es?
- Soy yo…
- ¡Que hiciste! ¡Criminal! No permitiré que hagas un desastre... te voy borrar y detendré esta locura.
- Lo dudo señor K…, no tiene el valor para hacerlo.
- Lo haré
- No lo hará
- ¡No puedes detenerme! Yo te creé y yo te puedo destruir.
- No, porque me necesita… Yo hago lo que usted no es capaz de hacer… ¡Cobarde!
- ¿De que hablas? ¡Déjame tranquilo! ¡Monstruo! ¡Te voy a destruir! ¡Adiós!
Colgó el teléfono y corrió a su escritorio. Entre los cuadernos desordenados, sacó un montón de papeles amarillos y pausadamente fue leyéndolos. El teléfono volvió a sonar, pero no contestó. Del bolsillo sacó una caja de fósforos, y así, uno por uno, fue quemando los ciento treinta y dos papeles amarillos que componían su novela. El teléfono no volvió a sonar ese día.

La señora Flores, al volver del supermercado, encontró a su marido de boca en la cama junto al teléfono que estaba en el velador, tenía una gran abertura en el cráneo, que era por donde emanaba la sangre que ya había manchado casi toda la habitación. En el ensangrentado piso alfombrado, a un metro de la cama, había un martillo. A unas dos cuadras de la casa de los Flores, encontraron a un sujeto completamente carbonizado, tirado en la vereda. Las huellas digitales del calcinado cadáver coincidían con las que se encontraron en el martillo, dijo un policía a la prensa tiempo después. Nadie pudo explicar como se quemó aquel asesino, pero se determinó que fue un suicidio.

¿Y el señor K…? Me llamó el otro día suplicándome que le diera una vida más animada, que ya no le gustaba escribir, que se le había rebelado un personaje y no sé que… Le dije que yo ya no escribía sobre escritores, que me aburría. Creo que lo tomó como un insulto, no ha vuelto a llamar.

martes, 14 de octubre de 2008

Bienvenido al paraíso

Por: Matías Charlín

Está todo oscuro. Escucho gritos ensordecedores que son olvidados rápidamente por el frío gélido que me envuelve. Estoy desnudo. Destellos de una luz amarillenta translucen figuras horribles que están cada vez más cerca. Todo movimiento me provoca dolor. Los destellos de luz descubren llagas putrefactas en mi cuerpo. No las siento. Las figuras y los chirridos se perciben cada vez más cercanos. El miedo no me deja pensar, intento moverme pero mis pies están pegados al suelo. ¡Qué es este lugar! ¡Quiénes son estos monstruos! ¡Qué hago aquí! Estas figuras espantosas tienen cada vez mas forma. ¿Qué son? Parecen perros, pero mas grandes, mas feroces, ¡mas sedientos de sangre!
La espuma rebalsa sus mandíbulas y sus dientes ensangrentados pueden describir su ferocidad. Se acercan hacia mi sin intención de advertencia, solo quieren triturarme. Estoy desesperado, el miedo me inunda. Intento moverme de alguna u otra forma pero mis pies no dan respuesta. Las yagas y el frío me tienen sedado. Solo los veo acercarse, cada vez a menor distancia, como si fueran arrastrados por un imán hacia mí.
No tengo salida. No tengo nada para defenderme. La luz rebela la cantidad de bestias, su velocidad. Mi dolor, mi desesperación. Me doy cuenta de que no he gritado. ¿De qué servirá? ¿Alguien podrá socorrerme? No desperdicio el intento, pero de mi boca solo se escapa un murmullo. Mi lengua fue arrancada.
Con la poca visión que tengo de ayuda comienzo a buscar a mi alrededor algo para protegerme. ¿Qué es esto?, a mi espalda encuentro algo frío y metálico, al palparlo percibo que tiene mango y un cañón. ¡Es una .45! Reviso el compartimiento de munición, solo hay una bala. Las bestias ya se encuentran a un par de metros. Son muchísimo mas grande que unos simples perros. Son criaturas diabólicas que ya tomaron el impulso para dar en mi cuello. ¿A cuál disparo?, son muchos. No servirá de nada una sola bala. ¿O sí? Encuentro la solución menos dolorosa dada las circunstancias. Introduzco el cañón en mi boca, jalo el gatillo y el dolor desaparece. Las bestias se fueron. Ya no siento nada. Ya no hay nada. Nada.

No despierto.

miércoles, 1 de octubre de 2008

El alcalde

Por: Álvaro Valenzuela

-“¡Es la única forma!, hay que acabar con la contra. Tenemos el respaldo del gobierno, nos apoyará.-“¡Jamás! Esos cretinos nos darán la espalda, es mejor pagarle al comité electoral, ¡Un poco de dinero y la victoria será nuestra!” –“¿Que hablan caballeros?, no vamos a manchar mi nombre de tal forma, sus descabellados planes nos llevarán a mí y a mí campaña a la ruina. ¡Tiene que haber otra manera de ganar!, yo sé que la gente me apoya…”-

Luego de aquel acalorado debate Don Manuel, nervioso, recorría sigilosamente, de lado a lado, su despacho. Iba con las manos atrás, murmurando algunas palabras. Cada cierto rato paraba emocionado, levantaba la mirada y enseguida volvía a su misteriosa rutina. Parecía un guardia de palacio, marchando al son del tic tac del gran reloj de madera que estaba a un costado. El silencio sepulcral de la habitación fue interrumpido por unos golpecitos en la puerta. Luego una voz dulce de viejita dijo: –“Don Manuel, su hijo lo vino a ver, está en la salita esperándolo…” –“¡No me moleste Elenita, no ve que estamos en plena reunión!”- gritó amenazadoramente el anciano político mientras se ajustaba su corbata. –“Es que lo vino a ver Don Pedrito, su hijo… vino del sur, y trajo a su nieto…está tan grand…”- “¡QUE SE LARGUE!… ¡mi campaña es lo primero!”- Sin haber logrado nada, Elenita, la anciana milenaria que trabajaba en casa del respetado Don Manuel, se alejó lentamente de la puerta. –“¿En donde quedamos?”- “¿No cree que deberíamos ver a su hijo?”- “¡Acaso no escuchaste!... ¡En donde quedamos!...ah cierto, en la formula para ganar…bueno, como decía, mi gente va a tomar la decisión correcta…ya lo verán… no hay que tomar riesgos innecesarios”- “Las encuestas no están a nuestro favor”- “¡¡Esas encuestas son hechas por el enemigo!! ¡Hay que hablar con los del diario! Esos miserables, inventan e inventan cifras, hay que arreglar ese asunto… ¿Le pagaron al periodista ese?”- “No ha venido aún…”- ¡PERO CÓMO!, ¡LO NECESITAMOS! ¡NECESITAMOS ESA NOTICIA! ¡Hoy es un día muy importante! ¡Llamen al sastre!… Que tenga listo mi traje para la gala de esta noche… la prensa verá al nuevo Manuel Quinteros… ¡LLAMEN A FLORINDO!... ¡QUE TRAIGA MI AUTO!..¿A los oficiales… les pagaron? ¿Al fotógrafo? ¡¡POR QUÉ NO LOS LLAMAN!! ¿Mi señora salió? ¿Pedrito llegó del colegio? ¡DONDE ESTÁ MI CAFÉ!... ¡ES UN COMPLOT!… ¡LO SABÍA! ¡EL GOBIERNO! ¡¡NO LO ACEPTARÉ!! ¡CIERREN EL EDIFICIO! ¡LLAMEN AL DEL DIARIO! ¡¡MI CAFÉ!! ¡LAS FOTOS!... ¡EL FOTÓGRAFO CAFÉ!... ¡¡¡LAS FOTOS!!!”-

Alarmado, Pedro le dijo a la empleada-“¡Elenita!, ¿Qué es ese griterío?”- “Es su papá Don Pedrito, hace tiempo que no toma las pastillas que le dio el medico, lleva una semana metido en su estudio, se encerró y no quiere salir…ya sabe como se pone los inviernos…le bajan esas cuestiones de política, de las campañas y eso…como antes…”- “Bueno entonces vuelvo otro día…voy a llamar al doctor Gutiérrez para que venga, es la única solución- respondió Pedro un tanto desilusionado. Caminó al living comedor cerca de la entrada, donde tantas veces jugó de niño, se quedó mirando una foto en la que aparecía su padre muy formal junto a su fallecida madre y otra pareja igualmente de formal y esbozó una tímida sonrisa. Luego, caminó hacia la puerta de entrada y le gritó a su hijo, que corría por el minúsculo y descuidado patio de la casa. Juntos, padre e hijo, se despidieron de la encorvada Elenita y se dirigieron hacia la salida. Ésta, emocionada, le apretaba los cachetes al tierno niño de pelo rubio y decía -“¡Hay que está grande usted!”.
Después de la calurosa despedida, salieron Pedro y su hijo de la casa y caminaron calle abajo… -“¿Y que pasó con el tata?”- preguntó el pequeño, mientras corría para alcanzar a su padre, que a grandes zancadas se alejaba. -“Estaba trabajando, muy ocupado…ni te imaginas lo que trabajan los alcaldes”-.

lunes, 29 de septiembre de 2008

El último viaje

La madera crujía con cada movimiento del misterioso navegante, que de lado a lado, con grandes remadas, hacía caminar al alargado bote de madera a través del oscuro y triste mar que parecía no tener fin. El remero era algo fornido y de siniestro aspecto, llevaba una enmarañada barba y una maltrecha túnica, ajustada por un cinturón del cual colgaba una bolsita llena de monedas.
Los pasajeros de aquella embarcación iban sentados de a tres en los asientos de tablón e iban hablando todos en diferentes idiomas y dialectos causando un gran alboroto, tal como alguna vez sucediera en cierta monumental torre. Un moreno de alta estatura, en la parte delantera de la nave, trataba de hacerse entender mediante gestos y un complicado francés. Pero poco y nada entendían el chileno y el mexicano que se sentaban a su lado. Estos parloteaban con su español lleno de modismos y con el acento característico de su tierra sin hacerle mucho caso. Un poco más atrás estaban una pareja de peruanos que intentaban sosegar el llanto de su pequeña hija. –“Ya mija, cálmese, si ya pasó, aquí está su papito… ya no pasa nada”- decía el atento padre. Asimismo llenaban el bote otro puñado de hombres, mujeres y niños de varias edades, todos de diferentes orígenes, tratándose de explicar que sucedía, donde estaban y quién era aquel desconocido marinero, que calladamente remaba en la popa del bote, sin responder los alegatos y preguntas de la desesperada y confundida gente.
Con el correr del tiempo la gente se resignó a callar y dejaron de hacerle preguntas al mudo barquero. Este siguió remando sin emitir palabra alguna y un silencio sepulcral se apoderó de esa fría y lóbrega escena.
Se respiraba un tenso ambiente entre la variada tripulación, la mayoría de las personas permanecían calladas en su sitio, pensando hacia sus adentros, recordando alguna cosa feliz o quizás buscando una respuesta que les calmara. Los que habían encontrado alguien con quien intercambiar palabras, lo hacían en voz baja, para evitar cortar el sigilo con que estaban todos. El chileno y el mexicano, que por el idioma y otras cosas en común, se habían amigado bastante, comenzaron a conversar con un volumen un poco más alto -“Yo cuando me baje de aquí, agarro mis cosas y me voy pa’ Europa, mi hermana está ahí viviendo en una casa enorme, tiene de todo…le va súper bien”-comentaba el chileno con cierto aire de superioridad. El mexicano riendo le dijo-“No mames guey, mejor vente a Texas, yo tengo un departamento… es chiquito y estamos un tanto llenos, pero estamos perfectos…es fácil, consigues un trabajo…juntas un poco de lana, te consigues una gringa por ahí…”-Interrumpió al mexicano, la señora peruana de atrás, ya cansada de aquel silencio reinante, y tímidamente dijo -“Disculpen caballeros, ¿Estamos llegando a Santiago?”-“No señora si no tenemos na’ mar en la capital, yo creo que estamo’ en algún lugar del sur de mi país”- comentó el chileno. Escuchaba atentamente unos cuantos asientos más atrás un hombre argentino de ya avanzada edad, que gritó con lo que le dio su fuerza –“¡Che!, estamos en el Río de La Plata, yo reconozco mi tierra”–“¡Imposible!”- le replicaron el chileno, el mexicano y la mujer peruana al unísono. –“No sabis na’ tatita si es obvio que estamos en algún lago o mar del sur de Chile, he estado miles de veces allí, lo reconocería al toque, si hasta hace el mismo frío”- agregó el chileno con la altivez que lo caracterizaba. El argentino, molesto, acometió de nuevo y la tranquila conversación se torno en una gran discusión que llamó la atención de los demás tripulantes. El moreno, aburrido de pasar inadvertido en aquel acalorado diálogo, se paró y comenzó a hablar tan fuerte en su extraño francés que los que se encontraban discutiendo callaron. A este alegato se le sumaron otros tantos en chino mandarín, swahili, noruego, alemán, y cuantos idiomas habitaban aquel bote.
El griterío se torno insoportable, la niñita peruana volvió a estallar en llanto, el moreno, que al parecer provenía de Senegal, descontrolado le dio un puñetazo al chileno que deseaba callarlo, y este cayó de bruces en el húmedo piso de madera de la embarcación. El mexicano y el señor peruano le saltaron encima al desbocado africano intentando calmarlo. Mientras tanto, otros dos señores que se encontraban por ahí, viendo que el senegalés estaba en desventaja, salieron en su defensa y sucesivamente todos comenzaron a tomar partido en la pelea. En la parte de atrás del bote, un señor con turbante lanzaba manotazos a otro que por ahí se hallaba, mientras dos jóvenes de habla inglesa le intentaban apaciguar. Cerca de ahí, dos señoras se tironeaban de los pelos mientras chillaban improperios a diestra y siniestra, mientras una anciana, entre sollozos, con una especie de rosario repetía mecánicamente unas oraciones que se perdían entre llantos y gritos. En fin, se armó una inmensa batahola, que seguramente hubiera volteado la vieja barca, de no ser por un gran grito que dio el navegante, que hasta ese momento no había abierto la boca. –“¡¡¡BASTA!!!”- dijo en una extraña lengua, que extrañamente fue entendida por todos y cada uno de los tripulantes. Estos, asombrados por el poder de aquella voz, dejaron de pelear y volvieron a sentarse en sus respectivos asientos tranquilamente, mirando con atención al que había gritado. –“¡Ya basta! ¡Se callan todos! ¡No sigan peleando y discutiendo estupideces!... esto no es ni el Mar Pérsico, ni el Amazonas… ¡Ni ningún lugar que ustedes conozcan!”- y calló. Aprovechando el silencio que produjo su gruñido, volvió a tomar la palabra y señaló, ya en un tono más pacífico –“Aquí termina su viaje… allá, en esa orilla bajarán”- agregó apuntando con el dedo. –“Luego siga cada uno el camino que pueda… Los estarán esperando –“¡La Migra!”- gritó el mexicano desesperado. Sin embargo, el remero le corrigió diciendo –“No… su nombre no lo sé… Yo solo cumplo con mi trabajo… dentro de poco bajaran y una moneda de plata les costara mi servicio, revisen sus bolsillos”-. Los tripulantes instantáneamente le hicieron caso y palpando en sus ropas encontraron sus monedas –“¿No será mucho una moneda de plata?– alegó refunfuñando un señor de gruesa contextura mientras se arreglaba su kippah. –“Ni cagando pago”- amenazó el chileno limpiándose con la manga del chaleco la sangre que brotaba de su labio –“¿Y el pasaporte?”- preguntó uno de rasgos orientales que se encontraba por ahí. Lloraba desconsolada una señora –“¿Pero cómo? ¡Esto es una pesadilla! ¡No quiero estar aquí!, ¡Despiértenme!”- “Lo siento señora, no hay vuelta atrás”- dijo el marinero intentando calmarla. Después, dirigiéndose a todos, gritó con el vozarrón que lo caracterizaba –“¡Atentos todos, que ya estamos llegando! ¡Prepárense para descender!”-.
Así desembarcaron en una playa de oscura tierra, donde se veía un camino angosto que subía por un monte. Por allí caminó aquel grupo, hasta que se perdieron en el horizonte…

lunes, 15 de septiembre de 2008

"Tengo una orquesta en mi cabeza".

Aqui va un trailer de una gran pelicula chilena llamada "Fuga", la cual inspiró al nombre de este blog.
OJO: vean el minuto 2:07 de este video para más información

viernes, 15 de agosto de 2008

Nunca dejes de vivir

Poema creado por: Bernardo "Tata" Escudero

Nunca escribas poesía,
Nunca guardes rencor,
Nunca dejes de amar,
Nunca te dejes enamorar,
Nunca desees a la mujer de tu prójimo,
Nunca desees a tu prójimo,
Nunca mires hacia atrás,
Nunca pienses en el futuro,
Nunca firmes algo sin leer,
Nunca escupas al cielo,
Nunca orines contra el viento,
Nunca tomes de más,
Nuca tomes de menos,
Nunca te levantes del lado equivocado de la cama,
Nunca pienses que todo va a estar bien,
Nunca dejes de tratar,
Nunca pienses que nada puede salir peor,
Nunca dejes a tus amigos,
Nunca los lleves a donde vayas,
Nunca te aferres a quimeras,
Nunca dejes de ser libre,
Nunca pienses que eres libre,
Nunca camines descalzo,
Nunca salgas sin saco,
Nunca te alejes de tu casa,
Nunca te hagas ajeno,
Nunca seas predecible,
Nunca dejes de llevar las riendas
Nunca dejes de soñar,
Nunca sueñes de más,
Nunca apuestes al ganador,
Nunca seas el perdedor,
Nunca creas lo que te dicen,
Nunca dejes de creer en ti,
Nunca seas el plan “B”,
Nuca dejes de tener un plan “B”,
Nunca salgas con dinero,
Nunca dejes de invitar,
Nunca dejes de llorar,
Nunca llores de más,
Nunca pagues impuestos,
Nunca dejes de vivir,
Pero más importante que nada,
Nunca digas siempre.
Y, nunca, pero nunca nunca digas nunca,

miércoles, 13 de agosto de 2008

Alvaro, el escritor

...Otro cuento hecho para el concurso de cuentos del dge (PUC)


Alvaro, el escritor

Por: Álvaro Valenzuela

Tenía los ojos hinchados y rojos de tanto trabajo. Y esto, acompañado de unas ojeras moradas que le llegaban hasta las mejillas. En la mesa había miles de cuadernos amontonados y en desorden, al lado una taza de café vieja y maltrecha, que debe haber sido de la época en que Melquíades llevó el hielo por primera vez a Macondo. También había una maquina de escribir, a la cual le faltaban varias letras que habían sido ingeniosamente reemplazadas por botones. Llevaba días pensando el título para su ensayo, pero ninguno era el correcto. En el suelo, un jardín de bolas de papel arrugadas mostraba el fracaso del gran artista, que yacía inmóvil, en la silla de metal intentando mantenerse despierto.
Así pasó horas, días y meses interminables, bebiendo del infinito y frío café que mágicamente le acompañaba. Su alimento era la frustración de no poder siquiera empezar tan importante trabajo universitario.
En la Biblioteca de Humanidades del, en esos años, famoso campus de San Joaquín, habitaba este extraño hombre de letras, bien conocido por los estudiantes de la universidad. Con el tiempo, su figura creció, a tal punto, que muchos iban a la biblioteca tan solo a verle, incluso algunos se fotografiaban con el frustrado ensayista que poco caso hacía a los curiosos visitantes.

Una tarde de julio, si bien recuerdo, el estropeado Álvaro, como le llamaban algunos al incansable literato, intentó agarrar su taza, pero esta resbaló de sus inútiles dedos y terminó por quebrarse en el blanco jardín de papel que había a su alrededor. El ruido de tal explosión conmocionó a toda la silenciosa biblioteca. Mucha gente se acercó al lugar para ver que había causado tan estrepitoso ruido y otros corrían a contar lo sucedido a los que afuera se encontraban. La calamidad fue tan grande que un mar de gente se agolpaba cerca de la mesa del conocido escritor. Este, con sus brillosos ojos miraba estupefacto a su querida, ya muerta, taza de café. Pasaron varios minutos y los cuchicheos de los curiosos, los flashes de las cámaras y el entrecortado respirar de Álvaro cargaban de suspenso el aire bibliotecario. Todos esperaban ver la reacción del hombre de la silla de metal y esta no llegaba nunca. Hasta que sucedió. El escritor apoyándose en la mesa, trató de pararse. Las flácidas piernas no le respondieron y el hombre se dio de cara contra la empapelada baldosa. Ninguno de sus dientes sobrevivió a tal caída y el piso se tiñó de roja sangre. Los espectadores se abalanzaron sobre el cuerpo, unos para agarrar los dientes o algún recuerdo del mítico personaje y otros para ayudarle. Ni el más doctor, ni la más enfermera de la universidad lo pudo salvar. Y con su cara de no tener la menor idea de que escribir murió.

El cuento de Álvaro el escritor fue conocido en todos los rincones del vasto campus de la Pontificia Universidad Católica. La penosa maquina de escribir fue puesta en un gran estante en la entrada de la Biblioteca de Humanidades. La obra nunca terminada fue enviada al Papa para santificarse y se cree que el cuerpo del misterioso artista está enterrado en algún lugar del patio de la Facultad de Letras. Aunque otros aseguran que fue llevado a un país europeo para ser analizado por famosos científicos. Hasta se pensó un tiempo que no era más que una historia de ficción, inventada por algún desconocido.

De los extraños seres que rondan por la Facultad de Letras

...Cuento hecho para el concurso de cuentos de la dge (PUC)...

De los seres extraños que rondan por la Facultad de Letras

Por: Álvaro Valenzuela

Este relato fue encontrado en unas hojas olvidadas, halladas en alguna mesa en alguna clase del gran campus de la Pontifica Universidad Católica, mejor conocido como San Joaquín.



“Entraron los nuevos letrados un día de marzo, con esas caras nuevas, llenas de frescura y fascinación. El almuerzo de bienvenida fue una maravilla. Estuvieron ahí los grandes profesores, académicos y estudiantes que comúnmente habitaban esa facultad.
Gabriel o Gabo, como se presentaba ante cada nuevo compañero y compañera que iba conociendo, miraba asombrado este nuevo mundo que le recibía con los brazos abiertos. Su primera clase de Literatura fue increíble, la de Lingüística lo mismo y así el nuevo estudiante se complacía con estos nuevos retos que le aguardaban.
Pasaron los meses Gabriel ya tenía su grupo de amigos formado, los Bajtin, Homero, Dante, Bocaccio y Vigotsky almacenados en su memoria intelectual y su prosa y poesía gustaban entre sus pares, así como las notas no bajaban de lo que podríamos llamar “bien”. Todo iba perfecto, hasta ese fatídico día en que todo cambió. Un tal Altazor, compañero de presencia casi desconocida para Gabriel, saltó en paracaídas desde el techo del edificio de la facultad y murió horriblemente ante la vista de todos los que ese día se encontraban. El hecho causó un gran revuelo en la universidad, incluso se habló de cierta locura que rondaba, específicamente, en el patio de Letras, otros simplemente lo llamaron estrés.
La cosa se calmó con el pasar de los días, pero no por mucho tiempo. Un viernes un alumno al tomarse un café de la maquina se transformó en un gran monstruo que despedazó a todo el que encontró a su paso. Luego, inexplicablemente, tomó su forma original. El joven, fue procesado y luego encarcelado. La universidad horrorizada por semejante brutalidad tomó serias medidas, como la prohibición del café, policías en cada clase, incluso se pusieron cámaras de seguridad por toda la universidad. No obstante, la cosa empeoró. Otro día llegó un alumno con armaduras, lanza y montado a caballo atacando a cuanto ventero, ladrón, gigante y hechicero se le cruzaba. A este caballero andante lo pararon otro alocado grupo de estudiantes que acorazados en una falange y con grandes lanzas le acometieron sin piedad. Los policías viendo tal situación dispararon con sus armas hasta no dejar ninguno de pie. Se amenazó con cerrar la universidad, pero nuevamente la cosa volvió a la normalidad en la Facultad de Letras y en la institución académica en general. Gabriel continuó con sus clases, aunque ya con varios compañeros menos, a causa de los graves sucesos anteriores.
Se acercaba julio, el invierno saludaba a la universidad. Los exámenes se acercaban y con ellos las tan esperadas vacaciones. Pero el terror volvió a asolar a la Facultad de Letras. Un amigo de Gabriel, llamado Julio, comenzó, en plena clase de Gramática, a vomitar conejitos blancos que tiernamente llenaban la sala ante el asombro del profesor y los estudiantes. El joven fue llevado a una iglesia donde fue exorcizado y luego fue enviado a un hospital. Esa misma tarde encontraron en un baño a un joven de intercambio proveniente de Alemania, muerto de amor en el baño.
Así, día tras día, se conocían historias nuevas de caballeros, amores, suicidios, poetas, escritores, movimientos, géneros, hombres con alas enormes, viajes, barcos, jazzistas escandalosos, minotauros, laberintos, crucificados, apóstoles, caperucitas, lobos, elfos, pobres, ricos, viejos y jóvenes. Asimismo, Gabriel se dejó crecer el bigote y en un cuaderno comenzó a escribir: Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento…”

En invierno todos quieren volver

Por: Alvaro Valenzuela


-"¡Las hojas me abandonaron!"-
Me ha dicho el árbol solitario
-"Con el viento se arrancaron
la culpa la tiene el calendario"-
Por el camino quebrado
Juntos de la mano
pasan a mi lado
se abrazan y besan
los que ayer se olvidaron
Mejor yo escapo de la lluvia mojada
que mi cama tengo como amada
y todos corren sin detener
En invierno todos quieren volver

El hambre me echa la culpa de sus penas
Anteayer se fue con otro
la sed como hizo Helena
El frío entre algodones
solo se haya en un rincón
será que la pena con sus dones
le ha quebrado el corazón
Si me lo grita la radio al encender
En invierno todos quieren volver

Tirado en la calle el perro aullaba
mas la nieve su canción no escuchaba
esa noche congelada
el hielo durmió con ella abrazada
¡Julio no se quiere ir!
y llega Augusto de la nada
El sol no quiere salir
lo ahogó la nube en su frazada
La Tierra ha abandonado su mover
El norte al sur quiere torcer
En invierno todos quieren volver