martes, 14 de octubre de 2008

Bienvenido al paraíso

Por: Matías Charlín

Está todo oscuro. Escucho gritos ensordecedores que son olvidados rápidamente por el frío gélido que me envuelve. Estoy desnudo. Destellos de una luz amarillenta translucen figuras horribles que están cada vez más cerca. Todo movimiento me provoca dolor. Los destellos de luz descubren llagas putrefactas en mi cuerpo. No las siento. Las figuras y los chirridos se perciben cada vez más cercanos. El miedo no me deja pensar, intento moverme pero mis pies están pegados al suelo. ¡Qué es este lugar! ¡Quiénes son estos monstruos! ¡Qué hago aquí! Estas figuras espantosas tienen cada vez mas forma. ¿Qué son? Parecen perros, pero mas grandes, mas feroces, ¡mas sedientos de sangre!
La espuma rebalsa sus mandíbulas y sus dientes ensangrentados pueden describir su ferocidad. Se acercan hacia mi sin intención de advertencia, solo quieren triturarme. Estoy desesperado, el miedo me inunda. Intento moverme de alguna u otra forma pero mis pies no dan respuesta. Las yagas y el frío me tienen sedado. Solo los veo acercarse, cada vez a menor distancia, como si fueran arrastrados por un imán hacia mí.
No tengo salida. No tengo nada para defenderme. La luz rebela la cantidad de bestias, su velocidad. Mi dolor, mi desesperación. Me doy cuenta de que no he gritado. ¿De qué servirá? ¿Alguien podrá socorrerme? No desperdicio el intento, pero de mi boca solo se escapa un murmullo. Mi lengua fue arrancada.
Con la poca visión que tengo de ayuda comienzo a buscar a mi alrededor algo para protegerme. ¿Qué es esto?, a mi espalda encuentro algo frío y metálico, al palparlo percibo que tiene mango y un cañón. ¡Es una .45! Reviso el compartimiento de munición, solo hay una bala. Las bestias ya se encuentran a un par de metros. Son muchísimo mas grande que unos simples perros. Son criaturas diabólicas que ya tomaron el impulso para dar en mi cuello. ¿A cuál disparo?, son muchos. No servirá de nada una sola bala. ¿O sí? Encuentro la solución menos dolorosa dada las circunstancias. Introduzco el cañón en mi boca, jalo el gatillo y el dolor desaparece. Las bestias se fueron. Ya no siento nada. Ya no hay nada. Nada.

No despierto.

No hay comentarios: