martes, 13 de abril de 2010

Personas gramaticales

Me levanto de la cama, bostezo. Miro hacia fuera por la ventana; la mañana triunfante, el sol en lo alto, los pájaros cantan. Tomo el vaso de agua que estaba desde ayer en el velador, al costado derecho de la cama y me tomo la pastilla de todos los días. Estiro los brazos, las piernas y vuelvo a bostezar. Me siento en la silla del escritorio. Abro el cuaderno, saco el lápiz mina que está dentro de la taza que decora la mesa y escribo:

“Te despertaste cansado como casi todas las mañanas. Saliste de la cama en calzoncillos y bostezaste. Los pajarillos cantaban y el sol brillaba hacia tu ventana. Te asomaste por ella y pude verte con mayor claridad. Tú no reparaste en que desde la segunda ventana del cuarto y más alto piso del edificio que se ve desde tu pieza yo estaba mirándote como todas las mañanas. Espiándote. Observándote dormir y despertar. Ese soleado día en que tomaste la pastilla del cajón; como todas las mañanas, con el agua que dejaste en la noche en el velador. Luego fuiste a la mesa de vidrio que tienes como escritorio, abriste el cuaderno azul donde sueles escribir y tomaste el lápiz grafito que se encuentra en la taza que está, también, en el escritorio. Y luego muy concentrado escribiste:

“Un joven se levanta de la cama una mañana soleada, solamente llevaba puesto un calzoncillo blanco que cubría lo justo y necesario. Los zorzales cantaban y este mozuelo semidesnudo miraba detenidamente hacia el sol que se presentaba con sus poderosos rayos a través de la ventana. Del velador de madera, junto a su cama, toma un vaso de agua y se toma cierta medicina que guardaba en el cajón del mismo velador. Luego, estira sus extremidades cansadas, bosteza y se sienta en su escritorio. El joven sentado toma un cuaderno azul y lo abre. Encima del escritorio también había una taza de vidrio, como la mesa, de donde el semidesnudo escritor sacó un lápiz. Se concentró y comenzó a escribir.
Cerca de ese lugar, en un edificio de ladrillos, un viejo de larga y raída barba canosa, de cabellos largos y descuidados, también canosos, miraba a través de unos binoculares la habitación donde habitaba este muchacho. Después, escribía en un cuaderno azul todo lo que observaba desde la segunda ventana de derecha a izquierda, en el cuarto piso del edificio; el piso más alto de todos.

Coco, 2010

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